“Ella ha visto estos animales muchas veces. A algunos los conoce por su nombre. El gato y el perro, claro: pululan por la casa. También conoce a los pájaros. Podría distinguir a un gorrión de un herrerillo y a un mirlo de un cuervo, y, por supuesto, los animales de granja. Nunca pensó mucho en ello. Era simplemente así. Todos los de su edad sabían estas cosas. Era de sentido común, hasta ese momento. Una lección solo con grabados. Ni fotografías, ni películas. Hermosos grabados que convertían la clase en un zoológico, salvo que no había jaulas ni barrotes. Y la voz de la profesora que pedía nuestra atención porque dejaba hablar a los grabados. Los pájaros tienen pico y el pico una forma, y la forma revelaba el tipo de alimentación: comedores de insectos, de semillas, de pescado... Se sumergió en el mundo animal, que se tornó real. Lo que una vez le pareció obvio se le hizo extraño y seductor. Los pájaros hablaron de nuevo, y de pronto ella pudo hablar de ellos de otra forma. Que algunos pájaros emigran y otros se quedan. Que el kiwi es un pájaro, un pájaro sin alas de Nueva Zelanda. Que los pájaros pueden extinguirse. Le presentaron al dodó. Y todo esto en una clase, con la puerta cerrada, sentada en su pupitre. Un mundo que no conocía. Un mundo al que nunca había prestado mucha atención. Un mundo que surgía como de la nada, invocado por los mágicos grabados y por una voz hechizante. No sabía qué la sorprendía más: este nuevo mundo que le había sido revelado o el creciente interés que descubría en sí misma. No importaba. Caminando a casa aquel día, algo había cambiado. Ella había cambiado.”
Masschelein, J., & Simons, M. (2014). Defensa de la escuela. Una cuestión pública. Buenos Aires: Niño y Dávila.
Hace algunos años, desde diferentes ámbitos (sociales, comunicacionales, universitarios y principalmente económicos), se viene cuestionando el lugar de la escuela y el trabajo de los educadores en las sociedades contemporáneas. Si cumple la función de enseñar, si es útil a las exigencias “productivas”, si contribuye a resolver los diversos problemas sociales y culturales de la época o si forma ciudadanos responsables. Se le adjudica a la escuela y al trabajo docente una responsabilidad fundamental en la sociedad, pero al mismo tiempo se la olvida y relega a un grado marginal de atención. Para los que defendemos el axioma de la igualdad como punto de partida para toda relación humana, consideramos que la escuela sigue siendo el ámbito incomparable para ponerlo en práctica, ejercerlo y desarrollarlo. Dado que, la escuela es el espacio de suspensión y protección frente a las dinámicas utilitarias de la sociedades crecientemente individualistas de hoy. Sigue siendo la escuela el lugar, quizás el único, en el que se puede abrir un mundo de encuentros diversos liberado de las imposiciones sectoriales, las exigencias dogmáticas o las demandas empresariales. La escuela abre posibilidades inesperadas al ofrecer una oportunidad de que otras formas de vida sean posibles frente a las determinaciones sociales y económicas. Propone un tiempo libre democratizado frente al orden desigual naturalizado. Y posibilita que las nuevas generaciones muchas veces olvidadas se desprendan, al entrar, de sus destinos impuestos.
El proyecto de vida que comienzan tiene un valor inconmensurable si lo encarnan con decisión y lo defienden con coherencia y constancia. Los sentimientos son inevitables.
- Profesor: Leandro Lusardi